EL CUADERNO DE PEDRO PAN

Ivo Pogorelich o el piano como descarga emocional

El pianista croata actúa en el Auditórium de Palma el 27 de noviembre con un programa dedicado íntegramente a Chopin

Pogorelich
Ivo Pogorelich

Vuelve al Auditórium de Palma el pianista croata Ivo Pogorelich y lo hace dedicando el programa íntegramente a Chopin, lo que nada tiene de casual, porque este año 2022 ha publicado Chopin en el catálogo Sony Classica, donde precisamente podemos encontrar dos de las piezas que se escucharán en la sala magna del Auditórium la tarde del domingo 27 de noviembre: Sonata número 3 (datada en 1844) y Fantasía Opus 49 (1841).

Sin olvidar que la figura del compositor polaco está íntimamente ligada a la trayectoria de Pogorelich en sus inicios, cuando el año 1980 saltó a la fama mundial, paradójicamente, por ser eliminado en la ronda de semifinales del X Concurso Internacional de Piano Frédéric Chopin en Varsovia. Lo que provocó que parte del jurado renunciase a continuar, porque no se entendía que un pianista de las características de Pogorelich no llegase a la final. La gran repercusión en buena parte respondía al enfado de la pianista argentina Martha Argerich, reconocida experta en Chopin, que consideraba al croata un genio sin discusión posible, renunciando de inmediato a continuar en el jurado, que además presidía. 1980 no era un año corriente para Pogorelich.

Después de graduarse en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, inició el año 1976 clases de perfeccionamiento con la pianista Aliza Kezeradze, con quien se casaría precisamente en 1980. Ella, 21 años mayor que él. Vivieron una relación intensa que se prolongaría ininterrumpidamente hasta 1996, el año de fallecimiento de Aliza, víctima de un cáncer.

La influencia de su pareja y maestra en el estilo de Ivo Pogorelich queda perfectamente reflejada en estas declaraciones del pianista croata: «Ella me indicó el camino que debía seguir atendiendo a cuatro principios. Primero, la perfección técnica como algo natural. Segundo, comprensión del trabajo del sonido del piano, atendiendo a su variedad de colores. Tercero, la necesidad de aprender cómo usar los nuevos instrumentos. Y cuarto, la importancia de la diferenciación». Unas claves a las que se mantendrá fiel a lo largo de su carrera, dotándose de un estilo excéntrico y controvertido, lo que dividirá a los críticos entre furiosos detractores y amantes de su línea interpretativa, mientras un público fiel lo convertía en pianista de culto.

Viudo a los 38 años, Ivo Pogorelich redujo severamente sus conciertos y recitales, hasta regresar el 2015 a los escenarios de manera continuada. La prensa le recibió entonces con esta descripción que tomo prestada: «Es el resultado de una reinvención. De caprichoso Dionisio del piano, en los 80, a esa imagen actual con el pelo rapado». Una descripción objetiva. Así es como le veremos en el Auditórium de Palma en unos días, aunque el largo paréntesis que le separaba de su ajetreado pasado, también invitaba a una aproximación por completo subjetiva. Como ésta: «El pianista croata toca como si estuviera condenado a revivir sus tragedias personales».

En ese período de retiro que duró 19 años, una de aquellas escasas ocasiones de poder escucharle en vivo en una sala de conciertos tuvo lugar precisamente en el Auditórium. Le recuerdo con pasos cansinos, acercarse al piano mientras flotaba en el ambiente mezcla de curiosidad y de fervor, y siempre la sensación de disponernos a escuchar a un extraño genio.

En efecto su manera de tocar es de natural explosiva, más antes que ahora, no en vano a sus 64 años vive rodeado de pensamientos más reflexivos; no como en los lejanos días (ahora le escucho con su melena característica de los 80 y 90 interpretando -ahora sí explosivo- la Sonata número 2), donde la crítica andaba muy dividida, y como ejemplo de sus detractores elegiré al Premio Pulitzer de la Crítica, Harold Charles Schonberg. Escribió en The New York Times: «Parece tratar de ser desesperadamente el Glenn Gould del pianismo románico». Ahora mismo le oigo interpretar, con maravilloso y solemne individualismo, la Marcha Fúnebre. No me desagrada.

En definitiva, Ivo Pogorelich se nos acerca a Palma para cerrar una semana grande en lo que se refiere a las artes escénicas, con el estreno mundial de la ópera de gran formato, L’Arxiduc, el viernes 25 (hablaré de ello en mi próximo cuaderno) y la posibilidad de escuchar a un pianista de la talla del croata que hace del piano una descarga emocional, ausente de nuestros escenarios por demasiado tiempo.

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